Removiendo el amor

Andaba distraído por la calle cuando, al pasar por una terraza de un bar, he visto a una pareja sentada al sol. Ella frente a él. Y siguiendo las leyes de la lógica: él frente a ella. No se miraban a los ojos. Tenían la vista fijada en una taza… —¿de café con leche y espuma? ¿un capuccino?— …que ella tenía justo delante. Él, con suavidad, le removía el azúcar con una cuchara. Una escena digna del guión más empalagoso jamás escrito para una comedia romántica. Enternecedor.

¿Enternecedor? Posiblemente, pero creo que las apariencias engañan.

Igual que hago un dibujo, trazo unas hipótesis.

El café incógnito

Hipótesis 1
Ella ha quedado con él para darle la noticia de que la relación se ha terminado. La situación es tensa y, aunque piden unas bebidas, no tienen ganas de ingerir nada. Los nervios se les han metido en el estómago y si le metes algo, son capaces de vomitar. A él, como siempre, le ha pillado de sorpresa. O como máximo, simula que no se lo esperaba. Ella aprovecha un largo silencio para ausentarse e ir al baño. Mientras, él escupe en la taza y la saliva queda suspendida en la espuma. Cuando ella regresa, le encuentra removiendo suavemente y con cariño su café. En su rostro, una expresión triste y los ojos a punto de soltar las primeras lágrimas. Por un momento piensa que ha tomado una mala decisión.

Hipótesis 2
Ella ha quedado con él para darle la noticia de que su relación ha llegado a su fin. La situación es tensa y… bla, bla,bla… que no se lo esperaba. Ella aprovecha un largo silencio en que parece ser que todo ya se ha dicho para ausentarse e ir al baño. Mientras, él, saca de su bolsillo un frasco de cristal, bastante pequeño, y tras destaparlo vierte el líquido de su interior dentro de la taza. Es la primera vez que utiliza el cianuro y no sabe si le dará o no sabor al café descubriéndose el intento de envenenamiento. Decide mezclarlo todo bien antes de que ella aparezca. Cuando ella regresa, le encuentra removiendo suavemente y con cariño su café. En su rostro, una expresión triste y los ojos a punto de soltar las primeras lágrimas. Piensa que ha tomado una mala decisión. (Bah, esta no me gusta. Descartada.)

Hipótesis 3
Ella ha quedado con él, su novio. Están muy enamorados y siempre que pueden desayunan juntos. Se han sentado a la mesa de la terraza del bar de siempre y él, educado y delicado, acaba levantándose para pedir las consumiciones en el interior. Ella espera pacientemente al sol. Tarda, más de lo habitual. Vuelve la mirada un par de veces hacia dentro del bar pero está demasiado oscuro como para adivinar si está o no está pidiendo. Por fin, él sale por la puerta con las manos ocupadas por un tazón de café y una cerveza. Deja el café frente a ella mientras se excusa de su tardanza por haber aprovechado el tiempo pasando por el baño. Se sienta con su cerveza pero la suelta de inmediato.
—¿Puede removerte el azúcar, cariño?
Ella asiente con los ojos. Se le ilumina la cara con el gesto de amor de su novio. Él vuelca el azúcar del sobre por encima de la crema de la leche y, con la cucharilla, da suaves vueltas a la mezcla. Una vez ha terminado, saca la cucharilla, la deja en el borde del plato y con un gesto le indica que está listo para tomarse. Ella agarra el tazón con las dos manos y da unos sorbos. Él la mira con una sonrisa. La quiere tanto…
Las bebidas se han terminado. Deben marcharse pero antes de levantarse, él le coge una mano entre las suyas y le pregunta:
—¿Por qué cuando me haces una mamada nunca quieres tragártelo?
—¡Ya estás con lo mismo de siempre! ¡Me da asco!
—Pero… el café te ha gustado ¿no?

Hipótesis 4
—Abelardo.
—Sí, mi señora.
—Ponme el azúcar.
—Sí, mi señora.
—Remuéveme el café.
—Sí, mi señora.
—Y ahora retírate.
—Lo que usted desee, mi señora.

Hipótesis 5
A lo mejor las apariencias no me han engañado y es cierto que el amor existe.

 


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