—Te sigo en Instagram.
—Lo sé.
—Me gusta lo que haces.
—Gracias.
—De nada, pero es verdad.
—Siento mucho que tengas artrosis en las manos.
—No sufro de artrosis ¿por qué crees que tengo artrosis?
—Como nunca he visto un ‘like’ tuyo pensé que tenías los dedos agarrotados.
—Pero me gusta lo que haces.
—Vale, pero nunca me has dado un ‘me gusta’.
—No creas que es porque no me gusta…
—Entonces…
—Está bien, te los daré a partir de ahora.
—Me los darás porque te he dicho que me los des.
—No, no… te los daré porque me gustará.
—¿Y lo que he hecho hasta ahora no?
—Sí, también. Claro que me gusta lo que has hecho hasta ahora.
—¿Y por qué no me has dado nunca un ‘like’?
—No sé…
—Porque no te ha gustado.
—¡Que sí!
—Pues no entiendo porque no me has estado dando ‘likes’.
—…
—¿Qué haces?
—Dejándote de seguir.
—¿Por qué?
—Porque volveré a seguirte cuando vea que lo que haces me gusta.