El marido que no se entera de nada
Hay días en los que enciendo la televisión y voy pasando canales sin rumbo fijo. Eso sí, evitando pararme más de dos segundos en ciertos canales amarillos llenos de programas basura. Y cansado de ir de arriba a abajo, acabo parando siempre en el mismo: National Geographic Wild.
Pero allí, también emiten anuncios —y demasiados propios de promoción, para mi gusto— y no me disgusta verlos. Me aburre verlos docenas de veces repetidos pero descubrirlos, me entretiene. Son pequeñas historias, casi siempre mal contadas y mediocres, pero son historias al fin y al cabo.
Uno de mis pasatiempos preferidos es unir esas historias mediante sus protagonistas: «La chica de los anuncios«, «Flogoprofen y la comunicación«, «Trampolín hacia el país de las maravillas» o «¿Quién es la Bella Easo?«. Son como series que nunca sabes cuándo van a estrenar un nuevo capítulo.
Hace poco, estrenaron un nuevo capítulo de «El marido que no se entera de nada». Una historia de cruce de relaciones sentimentales entre varios personajes. Pero vamos por partes.
Todo empieza con nuestra chica protagonista a la que llamaré por sus iniciales para no desvelar su nombre completo: O. B. Dentro capítulo uno:
Tenemos tres personajes principales: O. B., un dentista y un hombre que vota al Partido Popular. ¿Has visto cómo viste? Juraría que lleva mocasines. Interpreto que es votante de ese partido porque suelen ser bastante sosos y con poco sentido del humor, de ahí que siempre haya alguien que te haga sonreír más que ellos. Pero aquí todo es muy confuso. No todo está tan claro como parece. No adelantemos acontecimientos. Vamos con el capítulo dos que nos aclara bastantes cosas.
Vaya giro, ¿no? Esto sí que no lo esperábamos. Analicemos de qué va esta historia.
O. B., sentada en el banco de un parque, nos confiesa que hay un hombre que le hace sonreír más que su marido. Intenta engañarnos diciendo que es su dentista. Como coartada, nos habla de una pasta dentífrica que hace maravillas pero todos sabemos que, cuando mentimos, intentamos justificar o tapar la mentira con otras cosas aparentemente relacionadas, como queriendo restarle importancia a lo realmente importante. Desviando el foco, vaya.
Luego, le vemos con el dentista. Esas miradas que se echan el uno al otro no son de paciente y médico. Ahí hay algo escondido. Un secreto compartido. Todo destila a engaño. No es lo que parece. Velado pero muy evidente, todos intuimos que el sillón de la consulta no se ha utilizado para curar una caries, precisamente, sino para ‘regarla’. Y queda patente cuando él, le recomienda la pasta dentífrica para que al llegar a casa disimule su aliento.
La cosa se complica cuando el rizo se riza al final del capítulo. Allí reafirmamos que O. B. tiene como amante al dentista porque nos intentan colar que el señor votante del Partido Popular es el marido poco gracioso. ¿Me están queriendo explicar que ella se lo hace con el dentista y para darle morbo a la relación, O. B., lleva a su marido a la misma consulta? Lo que decía antes: tratas de que una mentira pasa desapercibida dándole normalidad con otras cosas relacionadas. Es aquello de «¿Tú crees que te llevaría a mi dentista si follara con él?». Es jugar fuerte pero a veces funciona. Todo puede ser, no digo que no. Pero gracias al segundo capítulo descubrimos el entramado.
En el segundo capítulo vemos a O. B. con su marido real, al que llamaré R. L. para no desvelar que es un conocido presentador de televisión. R. L. es el marido sin sentido del humor, el que intenta reconquistar a su esposa con unas angulas del norte. La pregunta «¿qué celebramos?» de O. B. deja evidente que es su marido porque no está acostumbrada a pasárselo bien con él. Si fuera otro amante o cualquier otra amistad, sabría perfectamente qué se celebra y no estaría sorprendida de pasárselo bien.
Pero, entonces, ¿quién es el supuesto marido que sale de la consulta del dentista? Está clarísimo: el amigo gay de O. B. Todo es una tapadera. Como es votante del Partido Popular ella le acompaña al dentista haciéndose pasar por su mujer y evitar comentarios y sospechas. La pasta dentífrica no es para ella, es para su amigo, para cuando vaya a las reuniones del partido no descubran su aliento.
Caso cerrado. ¿Seguro? No. Queda colgado saber quién es la persona que le divierte más que su marido. Ella dice que es su dentista pero ya hemos demostrado que todo es un montaje para ocultar la condición de su mejor amigo. O, a lo mejor, R. L. no es su verdadero marido sino el amante cuya afición es cocinar angulas —pero angulas de mentirijilla, claro—. Un voz en off nos dice que la cena del segundo capítulo es en pareja pero eso no quiere decir que estén casados. Solo nos dice que son dos. Si cabe la posibilidad de que R. L. además de ser un conocido presentador de televisión también se dedique a la ortodoncia no sabemos quién es el marido de O. B.
Espero ver pronto un nuevo episodio.