¡Cierra con suavidad, joder!
Los dos mirábamos el techo en silencio. Fumábamos. De vez en cuando, yo miraba la punta de mi cigarro al rojo vivo. Ella, también de vez en cuando pero con más insistencia, miraba el suyo y desviaba la vista hacia el mío. Sabía por eso que estaba intranquila, sabía que quería decirme algo. «Intentas así llamar la atención de la gente que te rodea —pensé— y como aquí solo estoy yo y no te rodeo ni con los brazos…» Solté una risita por debajo de la nariz que intenté disimular antes de…
—¿En qué piensas?
…joder, antes de eso. Antes de que me preguntara de qué me reía. Pero ya lo había hecho, ya había abierto la boca para ponerme en un nuevo aprieto.
—De cómo pasa el tiempo.
—¿Ya estás otra vez con esas estupideces de tu edad?
—No, no —le replico— esta vez no.
La becaria se había medio incorporado en la cama al mismo tiempo que emitía la pregunta. El movimiento brusco hizo que toda la cama se tambaleara. La sábana le había dejado un pecho al descubierto y se lo miré de reojo. El tubo de ceniza de mi cigarrillo, casi tan largo como lo había sido minutos antes el cilindro de papel con el tabaco,
cayó en mi pecho quemándome la piel.
—¡Joder! —Espeté sacudiéndome la ceniza esparciéndola por toda la cama.
—Vas a quemarlo todo, —me riñó apagando su pitillo en el cenicero.
—Si no ha ardido el colchón con la fricción —me limité a comentar— podríamos considerar el camastro como ignífugo.
Ella hizo una mueca, la misma de siempre, la misma que me decía una y otra vez que mi sentido del humor no le hacía mucha gracia. La misma que me recordaba que no follábamos cada dos por tres porque me hiciera sentir el tipo más gracioso del mundo. Recuerdo que solo se puso a reír la primera vez que vio mi miembro flácido, arrugado, tímido, agotado…
—Sí, lo sé —le dije—. A veces he de disfrazarme de explorador para encontrármela si quiero mear.
Y al oír mi explicación ¿qué hizo? La mueca, efectivamente.
—¿Me vas a contar en qué pensabas? —Inquirió.
—Ah! Sí, ya lo había olvidado.
Arrugué la colilla en el cenicero de mi lado de la cama y me incorporé sentándome utilizando la almohada como respaldo contra la pared.
—Recordaba de cuando tuve un VHS, solo eso.
—¿Tuviste? ¡Eso no se cura! —Dijo.
Sin mediar ni una palabra más, saltó de la cama rápidamente, recogió su ropa mostrándome el culo y salió desnuda de la habitación en dirección a la puerta de la calle de casa.
—Qué coño te ocurre ahora… —Dije con desidia aún desde la cama.
—¡Vete a la puta mierda! —Gritó desde la puerta de entrada… que mantenía abierta para que toda la comunidad fuera partícipe de la situación. Y finalizó elevando aún más la voz—: nunca me has explicado que tienes sida!
Supe que ya no iba a decir nada más y que tras ello saldría de mi casa dando un portazo.
—¡Cierra con suavidad, joder!
Octubre, 2009
Jajajaja, yo en este momento de la lectura imaginaba otro final de frase, quizás con puntos suspensivos y que cada uno imagine, juas juas!
«El tubo de ceniza de mi cigarrillo, casi tan largo como lo había sido minutos antes el cilindro de …» XD
Tienes la mente sucia, Llantias! xD