Mi fijación por las escaleras mecánicas no es constante, va a épocas. Recuerdo que, cuando escribía cuentos de terror allá por las décadas de los 80-90, ya les dediqué un historia en la que una de ellas situada en una gran superficie comercial, acababa tragándose a una persona y descendía a los infiernos. No sin antes, por supuesto, quedar hecha trizas con mucha sangre y cantidades descomunales de vísceras esparcidas.
Recuperando este video de 2007 compruebo como mi intermitente fijación por los escalones que nacen en un extremo y mueren en el otro es, o seguía siendo, un tanto terrorífica.
Diez años después, he cambiado. He madurado… escaleramecánicamente hablando.
Ahora me preocupa el sinsentido de malgastar espacio, energía y material. Es decir: me preocupa la sostenibilidad. Ja, ja, ja… no. La energía y el material, sí. Pero ¿el espacio? Nada más lejos de mi forma de ser cuando defiendo a capa y espada, matando si es necesario, mi espacio vital. No me entra en la cabeza la gente que no lo defiende y se te pega como lapas, te roza, te habla a dos centímetros de tus narices, te agarra de los brazos…
Y es que, cuando subo a una escalera mecánica —y lo hago casi diariamente un par de veces— siempre dejo un escalón entre mi persona y la que me precede. Nunca dos. Si dejas dos corres el peligro de que alguien se cuele en ellos y no pondrá en el primero de esos dos, ocupará el segundo postrando su culo en tu cara. Dejo un escalón vacío para no ir pegado al de delante. Lo dejo para no sentir claustrofobia. Lo dejo porque desperdiciar ese espacio es gratis. Sí que en ese escalón vacío se está invirtiendo una cierta cantidad de energía para que suba o baje con el resto pero a mi me sale gratis no utilizarlo. No me importa en absoluto ese derroche. Como no soy rico solo me queda el placer de quemar lo que es gratis.
Sé que soy completamente irresponsable, insostenible e insolidario con el planeta y sus recursos pero, al menos, lo reconozco y pienso en ello.
Eres muy asocial. La próxima vez te agarraré de los brazos….