«Narcos»… «Narcos»… «Narcos»… solo oía hablar de «Narcos» y de lo buena qué era. Pues, joder, tenía que verla. Y fue empezar y han caído los 20 capítulos de las dos temporadas en menos que Pablo Escobar mete un «pepazo» en el cráneo de un sicario del Cártel de Cali o a un «tombo». Acabas la serie y te quedas pensando en que la mafia italiana y la irlandesa, en sus tiempos, o la rumana y la rusa en los suyos, están llenas de peleles.
«La mentira es necesaria cuando la verdad es muy difícil de creer»
«Narcos» explica el auge y la caída de Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano que quiso ser presidente, al que llamaban el Robin Hood de Medellín y el que se creía buena persona. Lo que te engancha a los cinco minutos es esa voz en off —la del agente de la DEA, Steve Murphy— que te va narrando toda la historia, como si fuera un documental ficcionado salpicado de imágenes reales; el mundo del narcotráfico en Colombia de mediados de los 80 a principios de los 90; y, por descontado, lo bestia y animal que llegó a ser Escobar.
Como uno de los géneros que más me gustan son los biopics, «Narcos» no me ha defraudado en absoluto. Eso sí, siempre y cuando, las vidas de los «retratados» merezca la pena. Y esta, lo vale. Más sorprendido me quedo cuando leo por ahí las declaraciones del hijo vivo de Pablo Escobar renegando de la serie porque está «endulzada», que su padre era bastante peor de lo que nos cuentan los guionistas. (Una de tantas entrevistas a Juan Pablo Escobar o, como se llama ahora, Sebastián Marroquín)
Independientemente de las muertes —llegó a ejecutar a más de 3.000 personas— me han impactado un montón de datos que se dan a lo largo de la serie: bombas en aviones y calles, la prisión que se construye y que llamaban «La catedral» por una buena razón, las toneladas de cocaína de las que eran capaces de fabricar sus laboratorios y «traquetear» en Estados Unidos, la cantidad de gente que lo adoraba y defendía… pero, por encima de todo, la cantidad desorbitada de dinero que ganaban y que no sabían qué hacer con él, hasta el punto de tener que enterrarlo para ocultarlo en centenares de lugares a lo largo y ancho de Colombia o que tenían más problemas en devolver el dinero de Miami a Medellín que en mandar la coca… por diferencias de bulto.
La grata sorpresa es reencontrarse con Pedro Costa (el difunto Oberyn Martell de «Game of Thrones») Stephanie Sigma (la guapísima y desgraciada Eva de «The bridge») y descubrir a Wagner Moura (Pablo Escobar) que se pasa escenas y escenas poniéndose la camisa bien por dentro de los pantalones, un tic o TOC —real o irreal— que acaban imitando algunos de sus sicarios.
…y es que además, me ha gustado descubrir palabras y expresiones como «pepazo», «tombo», «berraco», «balacera», «sapo», «plata o plomo», «gonorrea» y sobretodo: «malpario» —pronunciado malpário— o en ocasiones «mal parido». Me gusta «mal parido» porque no se lleva mucho en el castellano habitual pero no así en catalán, pues decimos «mal parit» en cuanto tenemos ocasión.
NARCOS (1a. y 2a. temporadas)
Valoración: 4 gramos sobre 5.
Jejeje, mira mi entrada de hace un par de semanas:
https://www.facebook.com/mentnatural/posts/1116544318440004
Y eso que es un perfil de un herbolario! Pero tenía que hablar sobre la serie. Porqué es fantástica, la historia, los actores (los dos que nombras, y añadiría a Maurice Compte como Coronel Carrillo; no es fácil transmitir esa mezcla de compasión y dureza), eso tacos, a mi también me hab conmovido… y añadiría el «me importa un culo!»
Yo estoy por verla otra vez en cualquier momento!