El oso, el perro y el agujero

Todo va muy deprisa. Hemos llegado a un punto que demasiado. Hay que decir lo que sea ya, necesito eso ya, tengo que ir allí ya, tienes que venir aquí ya…

—¿Ya?
—Sí… ya.

Pues no.
Hace unos meses que decidí que nada es para ya, que todo puede esperar cinco minutos más. No ocurre nada en absoluto si algo se demora y no ocurre inmediatamente si depende de uno mismo. Nadie sabe, hasta que tú lo decides, si tal o cual cosa lleva retraso. Evidentemente, existen las fechas y los tiempos límite pero es que, da la sensación, que ahora todo lo lleve cuando no es verdad.

Me viene a la memoria la muerte de Peret, el rumbero, por poner un ejemplo. Los medios lo dieron por muerto antes de tiempo. Alguien tenía que decirlo antes que nadie para llevarse ¿las medallas? Pues no estaba muerto cuando le dieron por muerto. Tuvieron que comerse la mentira y rectificar. No estaba muerto cuando lo mataron pero cuando lo resucitaron… entonces sí, murió. Un caos informativo. Nadie escarmentó.

El oso y el perro

En otros tiempos, «el oso que acaricia un perro» nunca hubiera sido noticia. El oso, nunca acarició al perro. El oso jugaba con su comida. El oso que enterneció al mundo porque se hacía amigo del perro acabó devorando al can. Pero no, todo el mundo corrió a compartir tan dulce escena. En otros tiempos, la noticia se hubiera dado algo más tarde totalmente completa: «el oso que jugaba con el perro acabó zampándoselo». He visto docenas de documentales —NatGeo Wild es mi vicio— en los que los leones u otros depredadores, juegan con sus presas para que las crías aprendan a cazar. La mayoría de veces, no dejan escapar al manjar con patas.

Agujero en Japón

En otros tiempos, «el agujero que reparó Japón en un plis plas» nunca hubiera sido noticia. Lo que hicieron en la ciudad de Fukuoka fue una excelente chapuza. Tardaron menos de una semana en reparar el enorme socavón y esa fue la noticia inacabada. Medio mundo se hizo eco de la eficiencia japonesa con un tubo de silicona, tres maderas y algún clavo. En otros tiempos, la noticia hubiera llegado como «los japoneses no saben reparar un agujero» y habríamos sabido toda la historia entera.

Solo son dos ejemplos de como las prisas y el ansia por compartir te dan un revés que, a mi modo de ver, nos está bien empleado. ¿Hemos aprendido algo? Nada, por supuesto. ¡Faltaría más!

 


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